¿Cómo construimos la realidad y tomamos decisiones morales?
Por Reynaldo Reyes
Lic. en Comunicación Social | Coach Profesional PCC (ICF) | Master Practitioner en PNL
Introducción
¿Te has preguntado alguna vez si la realidad que ves es exactamente como “es” o si, en ocasiones, tus sentidos y tu mente te presentan una versión filtrada de los hechos? ¿Te has detenido a pensar si juzgamos las acciones de los demás de manera justa o si a veces dejamos que nuestros prejuicios influyan en cómo catalogamos ciertas conductas como “buenas” o “malas”?
Mientras reflexionaba sobre este fascinante tema, recordé lo compleja que es la forma en que nuestro cerebro interpreta el mundo. Desde esa interpretación, tomamos decisiones sobre lo que consideramos moralmente aceptable o reprobable. Hoy quiero compartir contigo una investigación y varias reflexiones que considero muy enriquecedoras, no solo para entender cómo construimos nuestra realidad, sino también cómo esto influye en la manera en que juzgamos a los demás.
La construcción de la realidad: El cerebro como artista y editor
Nuestro cerebro, más que un receptor pasivo
A menudo, se compara la percepción con una cámara fotográfica que capta imágenes del mundo con perfecta neutralidad. Sin embargo, esta metáfora resulta inexacta. Lejos de actuar como un simple receptor pasivo, nuestro cerebro se asemeja más a un editor creativo. Toma fragmentos de información sensorial —lo que vemos, oímos, tocamos, olemos y gustamos— y, en cuestión de milisegundos, los combina con nuestras creencias, recuerdos, emociones e incluso expectativas sobre lo que debería estar pasando.
¿Has escuchado hablar de las ilusiones visuales como la famosa ilusión de Müller-Lyer (las flechas con líneas que parecen diferentes en longitud, aunque no lo son)? Este tipo de ejemplos nos enseña cómo nuestras percepciones pueden ser fácilmente engañadas por la forma en la que nuestro cerebro “rellena” la información que recibe. Existen, además, ilusiones auditivas y hasta táctiles que refuerzan la idea de que no todo lo que percibimos es la realidad pura y dura, sino una versión interpretada.
En el fondo, la realidad que vivimos es en parte una construcción mental. Está llena de “huecos” que el cerebro, en su afán por crear coherencia, completa de manera automática, tomando como base experiencias previas y sesgos cognitivos de diversa índole.
Percepción e ilusión
- Lo que vemos, oímos y sentimos está repleto de vacíos que el cerebro completa con suposiciones.
- Las ilusiones visuales ponen en evidencia cómo nuestra mente interpreta la información de forma poco objetiva, generando distorsiones.
Al entender que nuestra percepción no es una fotografía fiel de lo que ocurre, sino una composición personal, podemos empezar a reconocer lo subjetivo de nuestra propia experiencia.
Dato interesante: El efecto de “ceguera por falta de atención” (o “inattentional blindness” en inglés) ocurre cuando dejamos de percibir elementos que están frente a nosotros porque nuestra atención está enfocada en otra cosa. Un ejemplo clásico es el experimento del “Gorila Invisible”, donde las personas observan un video de jugadores de baloncesto y no se dan cuenta de que alguien con traje de gorila pasa por la escena. Esto muestra la selectividad de nuestra percepción.
El efecto confirmatorio
¿Cuántas veces has buscado información para confirmar tus ideas sobre un tema y has ignorado los datos que las contradicen? Este fenómeno, conocido como sesgo de confirmación, es otro pilar en la construcción de nuestra realidad. Tendemos a filtrar la información para preservar nuestras creencias, ya sea sobre asuntos triviales o temas trascendentes, como la política, la religión o la ética.
Por este motivo, nuestras opiniones sobre el mundo pueden divergir enormemente de las de otras personas. Dos individuos pueden observar los mismos hechos y llegar a conclusiones radicalmente distintas, debido a la manera en que interpretan y procesan la información.
Interacción entre memoria, lenguaje y sentidos
La percepción no ocurre en un vacío aséptico; está profundamente entrelazada con nuestros recuerdos, nuestro lenguaje y nuestras emociones. Por ejemplo, si en el pasado alguien nos sonrió con segundas intenciones y resultó ser una experiencia negativa, la próxima vez que veamos a otra persona sonreír de manera similar, nuestro cerebro podría activar señales de alerta. Es decir, no solo capta la imagen de la sonrisa, sino que la compara con el registro emocional de nuestras vivencias pasadas.
El lenguaje también juega un papel fundamental. Las palabras que usamos para describir el mundo pueden moldear la manera en que lo percibimos. Frases como “esto es así y punto” o “esto es absolutamente correcto” cierran la puerta a visiones alternativas y refuerzan la idea de que nuestras interpretaciones son la única realidad posible.
Desde esta óptica, nuestro cerebro no solo recibe información sensorial, sino que la transforma, la etiqueta y la reordena. Con ello, crea nuestra realidad cotidiana, una realidad que no es necesariamente idéntica para todos.
La moralidad y la perspectiva: Más allá de las consecuencias
Intención vs. consecuencia
Pasemos ahora a la parte moral. Imagina dos escenarios:
- Pedro le ofrece a su amigo algo que cree que es azúcar, pero en realidad es veneno. El amigo muere.
- Carlos le da veneno a propósito a su amigo, pero por casualidad, su amigo sobrevive.
Desde un punto de vista puramente consecuencialista, podríamos fijarnos solo en el resultado: en el primer caso, alguien muere; en el segundo, alguien sobrevive. Sin embargo, la mayoría de las personas considera que Carlos, quien tuvo la intención de envenenar, actuó peor que Pedro. Esto revela que los juicios morales no se basan únicamente en las consecuencias, sino también —y a veces principalmente— en la intención que hay detrás de la acción.
Este ejemplo ilustra cómo juzgamos moralmente a las personas no solo por el daño causado, sino por las razones y motivaciones que tuvieron. La intención puede llegar a ser más determinante que el resultado mismo.
La importancia de la empatía y la teoría de la mente
Para juzgar las acciones de alguien y entenderlas en su complejidad, resulta esencial la empatía, o la capacidad de ponernos en el lugar del otro. Esto se relaciona con lo que se conoce como “teoría de la mente”: la capacidad de imaginar lo que otra persona está pensando o sintiendo.
Sin desarrollar esta habilidad, corremos el riesgo de emitir juicios rápidos y —a menudo— erróneos. Nuestros sesgos y expectativas pueden filtrarse y hacernos creer que entendemos lo que la otra persona pretendía, cuando en realidad podríamos estar interpretando la situación de manera muy diferente.
Al igual que con la percepción, en el juicio moral también existen “zonas ciegas”. A veces, pasamos por alto el contexto que llevó a alguien a tomar cierta decisión. Tal vez no conocemos su historia de vida, sus miedos, sus presiones sociales o culturales. Sin esa información, podríamos condenar a alguien sin entender del todo por qué ha actuado de tal modo.
La conexión entre percepción y juicios morales
Ilusiones cognitivas y juicios apresurados
Así como las ilusiones visuales nos hacen ver líneas que no existen o tamaños que parecen distintos, también existen ilusiones cognitivas que pueden conducirnos a conclusiones morales equivocadas. Por ejemplo, el sesgo de correspondencia —también conocido como error fundamental de atribución— nos lleva a asumir que las acciones de una persona reflejan su “verdadera esencia” y no consideramos la influencia de factores externos.
Ejemplo: Si alguien llega tarde a una reunión, podríamos pensar que es una persona irresponsable o poco comprometida, sin tener en cuenta que tal vez tuvo un problema familiar o un accidente en el camino. Esta tendencia a juzgar con rapidez, atribuyendo rasgos de personalidad negativos, puede llevarnos a emitir juicios morales injustos.
Necesidad de conciencia crítica
Con toda esta información, se hace evidente la importancia de desarrollar una conciencia crítica. No podemos simplemente confiar en nuestra primera impresión o en lo que vemos a simple vista, porque, como hemos visto, tanto nuestras percepciones como nuestros juicios morales están cargados de subjetividad y sesgos.
Ser conscientes de ello no nos convierte en seres fríos o excesivamente cautelosos, sino que nos ofrece la oportunidad de ser más justos, empáticos y reflexivos al evaluar nuestras experiencias y las acciones de quienes nos rodean.
Sobre el autor
Reynaldo Reyes, Licenciado en Periodismo Investigativo, Coach profesional especializado en la Ontology del ser y Master Practitioner de Programación Neurolingüística, comparte su pasión por ayudar a las personas a descubrir herramientas prácticas para transformar sus vidas y alcanzar su máximo potencial.
Publicado por Reynaldo Reyes.
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